domingo, 20 de enero de 2013

Cinco cuestiones clave de la Revolución Siria

Tras más de dos años y medio de revolución, los acontecimientos en Siria siguen ocupando la atención del mundo. A diferencia de otros países del Norte de África y Oriente Medio, dónde o bien las revoluciones derrocaron a los tiranos a las pocas semanas o meses de su comienzo (casos de Egipto, Túnez o Libia) o las rebeliones acabaron aplastadas por la represión de las dictaduras (casos de Argelia, Bahrein o conatos en otros países), en Siria parece que el derrocamiento de la dictadura de Bashar Al Asad llevará más tiempo.

Debido al alargamiento del conflicto, se habla de más de 60.000 muertos, la mayoría resultado de la violencia de la dictadura hacia su propio pueblo. Por otra parte se habla de cientos de miles de desplazados. Asimismo, el régimen continúa con las prácticas que lleva haciendo desde hace 40 años, como son las torturas y el encarcelamiento de aquellos que se oponen a su terror; se estima que existen más de 600 presos políticas en sus cárceles.

¿Quién está ganando la guerra?
El levantamiento del pueblo sirio, que más tarde adquirió las características propias de una revolución, se ha enfrentado desde el principio a numerosas dificultades. Más allá de lo que cacarean el régimen y sus voceros, el levantamiento tuvo un carácter pacífico en su inicio, lo que desmiente la postura oficial de que es obra de grupos “terroristas”. Enfrentados a uno de los ejércitos más poderosos de la región, la fuerte represión hizo que rápidamente un sector de la población que se levantaba contra el régimen empuñara las armas, a lo que hay que unir las deserciones del ejército de la dictadura y su unión al bando rebelde.

De esa manera, mal equipados y armados, miles de civiles y ex militares del régimen han combatido de manera heroica a un ejército poderoso, no sólo resistiendo, sino avanzando en muchos casos. De hecho, importantes bastiones como Alepo están controlados por el bando revolucionario, así como ciudades clave desde el punto de vista estratégico y grandes zonas del interior del país. No obstante, después de casi controlar la capital, Damasco, la ciudad ha vuelto a manos del gobierno.
En las zonas liberadas la población se está autoorganizando, creándose consejos de milicias, en los que la población decide cómo gestionar sus localidades, desde la defensa a como autoabastecerse, como es el caso de la ciudad de Homs. Más allá de hacernos una idea equivocada de la potencialidad de este empoderamiento del pueblo sirio, estos hechos vendrían a confirmar la capacidad de las personas corrientes de organizarse desde abajo al margen de las estructuras del estado.

La oposición a la dictadura
Como en todas las revoluciones que vienen sacudiendo esta zona del planeta desde inicios de 2011, la oposición al régimen sirio es variopinta. Desde liberales a extremistas islámicos, pasando por gente progresista o de izquierdas. La oposición “oficial” (y apoyada por el imperialismo occidental) se reconstituyó el pasado noviembre en la llamada Coalición Nacional, viniendo la mayoría de sus miembros del CNS (Consejo Nacional Sirio).

Hay que saludar la salida del mismo de los Comités de Coordinación Locales. A diferencia de los miembros de la Coalición Nacional, los Comités participan activamente de la revolución en Siria y no son los ricos exiliados que reclaman el poder cómodamente desde Ankara, Doha o Londres. Asimismo, para los que hablan de que la revolución no está contando con las mujeres, uno de los argumentos que dan los Comités para abandonar la Coalición es el nulo papel de la mujer en la misma.

Por otra parte, el Ejército Sirio Libre (ESL) tiene a sus dirigentes y cúpula en Turquía, tratando de operar desde arriba en los acontecimientos. No obstante, y como ha señalado con preocupación miembros del gobierno estadounidense, está siendo sumamente complicado para la dirección del ESL centralizar y unificar a todas las milicias que dicen pertenecer al mismo. Este hecho contribuye a disipar la influencia occidental en el mismo.

Los intereses de los distintos imperialismos
El apoyo de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña a la oposición “oficial” a Al Asad, no denota ningún compromiso con la lucha que desarrolla el pueblo sirio. Tras más de un desencuentro con el régimen sirio, desde la llegada al poder de Al Asad, estos países habían conciliado ampliamente con el sátrapa. Pero, astutamente, cuando Al Asad pierde el apoyo de su pueblo y ante un escenario de un nuevo régimen hostil a sus intereses, estos países tratan de maniobrar para salvar el status quo. De hecho, desde la ONU han planteado en más de una ocasión la dimisión de Al Asad preservando el régimen, una solución parecida a la orquestada en Yemen. Otros actores regionales, como Qatar, Arabia Saudí o Turquía, ven la posibilidad del debilitamiento del régimen baazista como una oportunidad de ganar peso en la región.

Por otra parte países como Irán, Rusia o China parecen dispuestos, aunque con matices, a sostener al régimen. En el caso de Irán, esto significaría perder a uno de sus principales (y casi únicos) aliados en la zona; la misma razón que implica que la organización que ha liderado la resistencia libanesa contra Israel, Hezbolà, apoye a Al Asad. Rusia, con su única base militar en el Mediterráneo en la costa siria, no parece dispuesta a perder uno de los pocos reductos de su anterior esplendor imperial, aunque estaría dispuesta a sacrificar a Al Asad o a aceptar reformas cosméticas si preservan su influencia en el país.

La izquierda
Al igual que el caso libio, la política de bloques que una parte de la izquierda conserva desde la Guerra Fría les lleva a apoyar a la dictadura siria. Hablan en muchos casos de que Siria es un gobierno popular y antiimperialista, cuando en Siria existe una élite asociada al estado que explota al pueblo en su beneficio y le niega no ya derechos políticos, sino que lo condena al desempleo y a la miseria. Lo de antiimperialista (que aunque lo fuera no justificaría la represión al pueblo) no deja de ser un chiste grotesco cuando Al Asad lleva conciliando y haciendo acuerdos con el imperialismo europeo y estadunidense desde su llegada al poder.

Por otra parte, la integración del régimen y del gobierno sirio de individuos que se autodenominan o se hacen llamar "comunistas", es un hecho que convence a algunos sectores de izquierdas. Pero como dijo una vez alguien, tus hechos te retratan, y si te autodenominas comunista y sostienes una dictadura que nada tiene que ver con los intereses y organización del pueblo, eres un revolucionario de salón, como lo son estos comunistas de limusina, al igual que los comunistas chinos o vietnamitas.
Todo esto no sería tan grave si no fuera porque impide levantar la necesaria solidaridad con el pueblo sirio. Cuando presidentes y gobiernos latinoamericanos progresistas apoyan a estos dictadores, impiden que el necesario internacionalismo de un continente en lucha llegue con efectividad e inspire a los pueblos árabes.

¿Cómo avanzar en la revolución?
Los derroteros de la revolución en Siria son inciertos. A ninguna de las partes les interesa un cambio brusco en el país, que podría alterar de manera sustancial el mapa geopolítico de la región, por lo que la salida negociada de Al Asad del poder y el mantenimiento del status quo parece la opción que más puede conciliar a todas las partes.

Las dificultades de la revolución siria son múltiples. Parece difícil que puedan derrotar sólo en el terreno militar al régimen, por lo que es necesario abrir más frentes. La implicación de la clase trabajadora, coaptada por las estructuras del régimen, es clave para derrotarlo.

Asimismo, los avatares de la revolución en curso en Egipto posibilitarían un apoyo material real y que inspire al pueblo sirio, así como los avances de la resistencia palestina frente a Israel y en definitiva, la extensión de la revolución a toda la región, hecho nada descartable.

Artículo publicado en la web www.enlucha.org