Aunque en este caso la propiedad de la tierra no es de la Casa de Alba, el presente artículo escrito el pasado año relaciona el papel de los latifundistas (sean nobles, civiles o militares) en el subdesarrollo andaluz.
Como viene siendo habitual por parte de la clase dirigente estatal y andaluza del Estado español, el hijo de la Duquesa de Alba, Cayetano, declaró en un programa de televisión que Andalucía es un pueblo que no quiere progresar, siendo los y las andaluzas según el noble, poco amantes del trabajo. Asimismo, destacó su conciencia de clase (de su clase claro, la dirigente), defendiendo los privilegios de los que disfrutan los terratenientes andaluces y las dificultades que algunas veces (las menos) la justicia le impone para seguir permitiendo sus abusos y privilegios. Pero más allá de una crónica de los numerosos insultos y desprecios hacia los trabajadores y trabajadoras andaluzas que por si mismos podrían dar para escribir un libro (pensemos en Duran i Lleida, Ana Mato, Monserrat Nebrera, Vidal Quadras, etc.), el presente artículo pretende poner en contexto estas declaraciones con el papel que la Casa de Alba y otros terratenientes han tenido para determinar el subdesarrollo social y económico que tiene Andalucía, la Política Agraria Común (PAC) que ha reforzado este subdesarrollo histórico y las alternativas más que posibles, imprescindibles en la lucha de la clase trabajadora andaluza para revertir el paro, la precariedad y la emigración.
En primer lugar se hace necesario poner en evidencia los privilegios y el poder de la Casa de Alba. Como ejemplo de nobleza parasitaria reconvertida en capitalistas, poseen no sólo palacios o colecciones de arte heredadas, sino numerosas acciones y participaciones bursátiles, resultado de su privilegiada posición noble para hacer numerosos negocios. Pero el tema candente y que en Andalucía adquiere un valor mayor es el tema de la posesión de la tierra, de la actual concentración de la misma en aún menos manos que incluso en los años 30 del siglo XX. La Casa de Alba posee alrededor de 34.000 hectáreas, por las que ha recibido en los últimos tiempos unos 3 millones de euros (aunque muchas de esas tierras estén improductivas y ociosas), mientras que cada jornalero, cumpliendo con las jornadas de trabajo que exige la percepción de dicha ayuda, recibe la miserable cifra de 400 euros al mes.
El caso concreto de la finca de Las Arroyuelas, a la que el
SAT movilizó a más de 500 jornaleros y jornaleras en respuesta a las
declaraciones de Cayetano y exigiéndole trabajo, es un ejemplo del nefasto
papel de los terratenientes andaluces desde hace siglos. Esta finca, propiedad
de la Casa de Alba, debía ser expropiada según la Ley de Bases de Reforma
Agraria de 1932, para ser entregada a jornaleros sin tierra de la localidad
sevillana de Carmona. Con la entrada de las derechas al gobierno de la República
se pondrá numerosas trabas a esta y
otras entregas de tierras a campesinos y campesinas sin tierra. La victoria del
Frente Popular en las elecciones de 1936 y la mayor confianza de la clase
trabajadora en sus propias fuerzas, las ocupaciones de tierras y las
colectivizaciones serán un reflejo de cómo la lucha desde abajo desbordará al
propio gobierno republicano, ocupando los y las campesinas estas tierras
sevillanas.
La victoria de los fascistas en la guerra civil, devolverá
estas tierras y todas las propiedades incautadas por la República a la Casa de
Alba y los campesinos que iban a dar valor a esa tierra serán fusilados,
reflejando los estrechos vínculos de esta casta nobiliaria con el fascismo. El
Duque de Alba ocupará cargos de confianza para el régimen fascista, como embajador
en Londres, hecho que viene a poner de nuevo en evidencia los servicios
prestados por la Casa de Alba a Andalucía, por la que son premiados con
medallas de hijas predilectas y subvenciones millonarias.
Pero los privilegios a esta familia y otros terratenientes
andaluces no vienen de la nada. El subdesarrollo andaluz, fruto de la división
económica del capitalismo español, reforzó el papel de los terratenientes andaluces
que favoreciendo la descapitalización de la incipiente industria andaluza en el
siglo XIX, condenaron a nuestra tierra a ser suministrador de materias primas y
mano de obra barata. Ésto no sólo favoreció a los terratenientes andaluces,
sino que reforzó los privilegios de los capitalistas de los centros
industriales de Catalunya y el País Vasco y el centralismo en el Estado español.
Las consecuencias de estas políticas se han reflejado a lo largo de la
historia, con la emigración masiva de 2 millones de andaluces y andaluzas a
Catalunya, Alemania o País Vasco durante los años 60 o con el brutal paro de
nuestra tierra, que afecta a 1 millón de personas. La entrada en la UE y la PAC
favorecerán con sus subvenciones millonarias el poder de estos terratenientes,
recibiéndolas éstos por las hectáreas de terreno y no por la creación de
riqueza y puestos de trabajo, mientras que el PER, resultado de las luchas
masivas de finales de los 70 y principios de los 80 en el campo andaluz será el
mal menor a la falta de trabajo.
Para acabar, hay que decir que las impresentables
declaraciones de Cayetano sólo nos tienen que reforzar nuestra concepción que
tenemos de los señoritos andaluces y dar más ánimos para luchar contra el
subdesarrollo. Las miles de hectáreas de la Casa de Alba que dan trabajo a muy
pocos trabajadores y dónde no se respetan en muchos casos los derechos de los
mismos, se contrapone a la menor superficie de las tierras de El Humoso, que
autogestionadas por los trabajadores dan trabajo y bienestar social a todo el
pueblo de Marinaleda. La lucha por la tierra, por una reforma agraria radical,
con la tierra controlada por los y las trabajadoras, posibilitando asimismo el
desarrollo industrial de nuestra tierra es algo inseparable del autogobierno de
los y las trabajadoras andaluzas para luchar contra este subdesarrollo
histórico.Artículo publicado en el periódico En lucha de enero de 2012.